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Inconvenientes prácticos

Nos falta información. ¡No podemos llegar a saber lo que hay detrás de todos nuestros comportamientos de consumo! Todas estas cosas suponen dedicar tiempo y yo no tengo ese tiempo (ir a comprar más lejos, leer las etiquetas, buscar alternativas…). No solo es cuestión de tiempo; es que es muy difícil estar siempre en guardia, tenerlo todo en cuenta en todo momento. Es realmente difícil encontrar alternativas a esta forma de vida y de consumo. Está muy bien lo de no tener coche, pero es que hay veces que lo necesitas. Estoy de acuerdo en todo esto, pero cuando tenemos a nuestro cargo niños pequeños, enfermos o ancianos, lo primero es su cuidado; después ya vendrán otras preocupaciones.

Escepticismo y desconfianza

Detrás del mercado de productos ecológicos también hay mucho negocio y búsqueda del beneficio económico. Y, a veces, picaresca y fraude. ¿Cómo sé que lo que me están vendiendo como ecológico o de Comercio Justo en realidad lo es? La comida no ecológica, con sus pesticidas y controles sanitarios, me da más garantía que la comida ecológica. Lo mismo pasa con la medicina “alternativa” y los métodos “naturales” de curación; yo me fío más de las medicinas que me receta mi médico. El hombre es un animal de costumbres; es muy difícil cambiar los hábitos de comportamiento. Si nos paramos a mirarlo y considerarlo todo ¡no podríamos hacer ni comer nada!

Objeciones culturales

Todos estos planteamientos son muy utópicos; en la sociedad en que vivimos es sencillamente imposible. Hay que ser realistas, vivir en el mundo; lo profético es poco realista. Es imposible no dejar ningún tipo de huella ecológica. Quienes predicen un colapso medioambiental son unos alarmistas que quieren meter miedo a la gente. Deberían ser más prudentes. No es seguro que nos estemos dirigiendo al abismo… Necesitamos proteínas animales. ¿Es posible una alimentación completa y sana renunciando a ellas? El ser humano es omnívoro por naturaleza. Siempre que ha podido ha incluido en su alimentación la carne y el pescado. Es algo normal, natural y necesario. Esto de la ecología es una moda o una cosa de algunos; ya se pasará.

Dificultades económicas

Todo eso es más caro… Los productos de Comercio Justo y ecológicos son mucho más caros. Todo eso está muy bien, pero es para quien se lo pueda permitir; en mi caso, yo no puedo. Los pobres no se pueden permitir comprar esos productos. Vivir de esa manera es más caro. Esto es algo para ricos.

¿Por dónde empezar?

He aquí una pregunta frecuente en quienes se interesan en adentrarse en la transformación de su estilo de vida. Y para quienes ya llevan un tiempo dando pasos, la pregunta puede ser: ¿qué es lo primordial, lo prioritario, lo más importante que hay que tener en cuenta? Las respuestas variarán siempre de unas personas a otras. Aquí va un doble consejo.

Unidos por el sentido común

Una de las características de las primeras manifestaciones del Movimiento 15M fue la creatividad de sus eslóganes. En una de sus pancartas podía leerse “Unidos por el sentido común”. Y También “esta revolución no es de izquierdas ni de derechas, es de sentido común”. En el ámbito de la conversión de los estilos de vida, también podemos decir que lo que nos motiva y nos une es el sentido común, la sensatez, lo que es mejor para todos, el bien común.

No hay nada como el (buen) ejemplo

La mejor manera de transmitir una idea es vivirla, y vivirla de forma auténtica y apasionada. Las cosas importantes se transmiten viviéndolas mejor que contándolas. Ya no estamos para discursos del estilo de "hay, que", "deberíamos", "tendríamos que"... En nuestro contexto cultural, ese lenguaje ya no mueve a casi nadie. Hablemos, sí, pero sin discursos doctrinales. No se trata de "convertir" a otros sino en todo caso que esos otros "se conviertan". La conversión, en los estilos de vida y en todo, no se puede imponer ni encajar desde fuera (y cuando se hace se constata lo contraproducente que resulta). No se trata de vencer sino de convencer; más aún, de suscitar el convencimiento.

Juntos es más fácil

Aunque cada vez somos más los que vamos descubriendo y dando pasos en la transición hacia otros estilos de vida, lo cierto es que todavía seguimos siendo una minoría. Y, muchas veces, una minoría dispersa. Por eso es tan necesario juntarse con otras personas con las mismas inquietudes. Otros con quienes poder hablar sin sentirnos "bichos raros", poder compartir dificultades y frustraciones, pero también logros y estrategias de cambio, fuentes de información y recetas prácticas (incluso de cocina). Pero, sobre todo, un ámbito donde sentirse menos en soledad. Buscando un poco, acaban apareciendo. Y entonces nos damos cuenta de que no estamos tan solos, que hay otras personas como nosotros, con planteamientos parecidos, cada uno desde donde está y hasta donde puede.

Radicales sin radicalismos

Radicales sí. Lo que nos traemos entre manos es muy serio. Que nuestra manera de comportarnos esté causando sufrimiento a otras personas no es algo para banalizar. Pero dejemos los radicalismos, los fundamentalismos y, en general, las posturas extremas contraproducentes. Esta es una oferta para todos, no solo para héroes. Se trata de que todos vayamos cambiando, cada uno desde donde está y hasta donde puede, apoyándonos y estimulándonos unos a otros. Los radicalismos muchas veces tienden a asustar y a ser rechazados. Dejemos las posturas extremas para esas personas (que las hay) que han hecho la opción de centrarse con radicalidad en un aspecto determinado. Fijémonos en ellas en la medida en que su comportamiento nos orienta y nos pone en tensión hacia ese valor, pero asumamos que, en nuestra situación, no podemos imitarlas hasta ese grado de intensidad.

Sin dejar de ser felices

Lo importante no es mostrar que se puede vivir de esta manera sino mostrar que se puede ser feliz viviendo de esta manera. Si el esfuerzo por vivir así nos hace perder las alforjas de la alegría, del entusiasmo y la esperanza, entonces es que hay algo fundamental que nos hemos dejado por el camino y lo mejor que podemos hacer es retroceder y recuperarlo. ¿Es posible experimentar compasión por los necesitados, trabajar por y junto a ellos y a la vez ser feliz? ¿Es posible simplificar nuestra vida, decrecer en nuestras supuestas necesidades, llevar una vida sobria, y seguir siendo felices? ¿Es posible hablar del hambre y de la miseria, de la violencia social y medioambiental, del abismo mundial y de la injusticia… manteniendo la sonrisa permanente y el entusiasmo en los ojos? ¡Las vidas de muchas personas nos muestran que sí lo es!