Una de las características de las primeras manifestaciones del Movimiento 15M fue la creatividad de sus eslóganes. En una de sus pancartas podía leerse “Unidos por el sentido común”. Y También “esta revolución no es de izquierdas ni de derechas, es de sentido común”. En el ámbito de la conversión de los estilos de vida, también podemos decir que lo que nos motiva y nos une es el sentido común, la sensatez, lo que es mejor para todos, el bien común.
Nos dicen que la concentración de CO2 en la atmósfera se ha disparado desde la Revolución Industrial. Y parece que hay una vinculación entre esto y el aumento global de las temperaturas en la superficie terrestre. Los científicos advierten que el cambio climático es fruto de la contaminación provocada por la acción del ser humano. ¿Será verdad? Podemos discutir sobre si estas informaciones están manipuladas y por quién, pero ante todo, ¿qué nos dice el sentido común?
Parece que hay una relación entre la alta proporción de sustancias químicas artificiales en la alimentación y enfermedades como diabetes, cáncer y alergias. Nos dicen que los alimentos refinados (arroz y otros cereales, azúcar, sal) contienen menos nutrientes que sin refinar y, por tanto, alimentan menos y contribuyen menos a la salud de las personas. Hay quien afirma que la multiplicación de radiaciones y el ritmo de vida acelerado de las ciudades afecta a la salud y equilibrio anímico de las personas. ¿Será verdad todo esto? ¿Cómo podemos saberlo? Ante nuestra duda, ¿qué nos dice el sentido común?
Hay quien sostiene que es mejor una sociedad con mucha riqueza aunque esté mal repartida y otros defienden que es mejor una sociedad con menos riqueza pero más equitativamente repartida. Hay quien es partidario de incentivar el consumo y quien piensa que debemos consumir menos. Hay quien opina que es bueno que los países ricos compren productos de alimentación a los países pobres y quien argumenta que si dejáramos de hacerlo a todos nos iría mejor. Más allá de las ideologías, ¿qué nos dice el sentido común?
Las cosas de las que estamos hablando, ser conscientes de quiénes somos, cómo vivimos y de las repercusiones de nuestra vida, llevar una vida saludable y armónica en todas las dimensiones de la persona, adoptar un estilo de vida y de consumo que no haga daño a otras personas, llevarnos bien unos con otros en un modelo de convivencia social que procure el bien común, respetar a todos los seres vivos, dejar el planeta en las mismas condiciones de habitabilidad de como lo hemos recibido… ¿no es todo esto de sentido común?
No basta el sentido común, cierto. En un mundo tan complejo como el nuestro, hay que procurar estar bien informados y formados, y eso lleva tiempo y no siempre es fácil. El sentido común no es suficiente, pero es el punto de partida necesario. Y es lo que nos une, más allá de ideologías y de religiones. Por eso la conversión de los estilos de vida desde esta óptica es algo para todos, no para determinado grupo de pensamiento afín o para una élite de privilegiados. Es para todos, porque, por encima de todas nuestras diferencias, el sentido común es, como su nombre indica, algo común a todo ser humano. En este nivel coincidimos todos y en este nivel podemos y debemos dialogar y suscitar el convencimiento.
Gandhi apelaba al sentido común de los británicos. Y Martin Luther King al de los ciudadanos blancos de Estados Unidos. Y Nelson Mandela al de los gobernantes de Sudáfrica bajo el apartheid. En el fondo todos ellos estaban pidiendo a sus oponentes y opresores que fueran conscientes de su humanidad y vivieran en coherencia con su condición de animales racionales. Es lo que la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó en 1948: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros» (Artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos).
Por eso, cuando nos situamos en este nivel, el de la razón y la conciencia, nos damos cuenta de lo que tenemos en común. Esto es lo que nos une. La conversión de los sentidos de vida no es una cuestión de ideologías, es una cuestión de sensatez. Es de sentido común.
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