Cocinar, un acto saludable… y revolucionario

Cocinar 180El último boletín electrónico de la Fundación Vida Sostenible está dedicado a «esta actividad revolucionaria que supone simplemente cocinar»:

Cocinar es la actividad humana capaz de convertir medio kilo de patatas, un huevo, un poco de harina, una cebolla y algo de aceite en un guiso delicioso. Esta revolución silenciosa en la cocina, en parte, es otra de las consecuencias de la llamada devaluación interna (o más bien empobrecimiento generalizado). Resulta que la comida industrial solo es barata en apariencia, mientras que la cocina casera nos permite hacer maravillas con ingredientes básicos realmente baratos. Y la gente está yendo un poco más allá. Está descubriendo que esta cocina hecha a mano es mucho más sana, puesto que somos nosotros, los cocineros, los que decidimos su composición. Con el cucharón en la mano, muchas personas están descubriendo que pueden controlar mucho más satisfactoriamente su alimentación, disfrutar cocinando, mejorar su salud e incluso ayudar a nuestro planeta, que falta le hace. Es lo que se llama la cocina sostenible.

Cocinar es una actividad básica del ser humano. De hecho, fue un acontecimiento fundamental en la evolución. Podemos decir que aprender a cocinar nos hizo humanos. Y ejercitar esta práctica nos sigue haciendo humanos. «Cortar la carne de un animal te recuerda que te vas a comer un ser que estaba vivo, y puede que te anime a pensar en qué condiciones ha sido criado. Algo parecido ocurre con las verduras: la familiaridad con ellas en la cocina te empuja a respetar una naturaleza capaz de producir milagros como ellas» (Mikel López Iturriaga).

Cocinar nos recuerda lo que somos capaces de hacer con nuestras propias manos. «Nuestra comida la hace la industria; nuestra salud la llevan los médicos; el ocio, Hollywood y los medios; la política, los políticos, y así sucesivamente. Llega un momento en que no sabemos hacer muchas cosas por nosotros mismos, más allá de la que hacemos para ganarnos la vida» (Michael Pollan).

El argumento que no tenemos tiempo para cocinar es relativo: siempre encontramos tiempo para lo que es importante en nuestras vidas. «El tiempo dedicado a tu rosa es lo que hace que tu rosa sea tan importante para ti» (El Principito). En España, de media, vemos la televisión durante cuatro horas diarias ¿Y no tenemos tiempo para cocinar?

Pero además de esta innegable dimensión personal y saludable, cocinar es un acto político. Hasta ahora habíamos leído que consumir es un acto político y que comprar es siempre un acto moral (Benedicto XVI, CV 66). Anotemos este otro sugerente principio: cocinar es revolucionario. Tal es el título de un interesante y recomendable artículo de Mikel López Iturriaga que comienza así:

¿Indignado? ¿Agobiado? ¿Harto del consumismo contemporáneo? ¿Frustrado por una vida poco satisfactoria en la que cada vez te sientes más títere y menos persona? Entonces tienes dos salidas. Una es movilizarte, salir a la calle a pegar cuatro gritos o meterte a antisistema. La otra, no excluyente de la primera, es más callada, más fácil y, a la larga, puede que más efectiva. Consiste en llevar a cabo una sencilla actividad subversiva en tu casa: cocinar.

Como en otros ámbitos de la vida, en éste también cada uno desde donde está y hasta puede, sin dogmatismos y sin dejar de ser felices. Todo pequeño paso es siempre un paso adelante. Con pequeños actos como éste estamos cambiando el mundo.

 

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