Inconvenientes prácticos

Nos falta información. ¡No podemos llegar a saber lo que hay detrás de todos nuestros comportamientos de consumo! Todas estas cosas suponen dedicar tiempo y yo no tengo ese tiempo (ir a comprar más lejos, leer las etiquetas, buscar alternativas…). No solo es cuestión de tiempo; es que es muy difícil estar siempre en guardia, tenerlo todo en cuenta en todo momento. Es realmente difícil encontrar alternativas a esta forma de vida y de consumo. Está muy bien lo de no tener coche, pero es que hay veces que lo necesitas. Estoy de acuerdo en todo esto, pero cuando tenemos a nuestro cargo niños pequeños, enfermos o ancianos, lo primero es su cuidado; después ya vendrán otras preocupaciones.

Inconvenientes prácticos 190Nos falta información. ¡No podemos llegar a saber lo que hay detrás de todos nuestros comportamientos de consumo!

¡Evidente! Por mucho que queramos, no podemos saberlo todo. Pero sí podemos ir sabiendo algo, mucho o poco. Y lo que vamos sabiendo puede ser más que suficiente para ir configurando nuestros comportamientos de consumo.

Por otra parte, no es cierto que nos falta información. ¡Al contrario, tenemos sobreabundancia de información! (como muestra, véase la sección de enlaces de esta página). Quien está interesado en saber, con los medios que hoy tenemos a nuestro alcance, acaba encontrando. Lo que nos falta es tiempo y criterios para acceder a toda esa información: de qué y de quién queremos estar informados.

Todas estas cosas suponen dedicar tiempo y yo no tengo ese tiempo (ir a comprar más lejos, leer las etiquetas, buscar alternativas…).

De acuerdo. «Todas estas cosas» son demasiadas; no tenemos tiempo de afrontarlas todas. En lugar de tirar la toalla por la dimensión del reto que tenemos delante, comencemos por abordar los ámbitos que sí podemos. Un pasito nada más; luego, tal vez, vendrán otros.

¿Por dónde empezar? Por lo que nos resulte más fácil. Fácil desde el punto de vista práctico, pero también desde el punto de vista de nuestra motivación: empecemos por aquello para lo que nos sintamos más motivados. De esta manera nos resultará más fácil.

¿Por dónde empezar también? Por incidir en nuestro ritmo de vida y por hacer silencio. No se trata de añadir más actividad a nuestra vida y más discurrir a nuestra cabeza. ¡Ya discurre bastante a lo largo del día como para que le añadamos más problemas! Al contrario, se trata de simplificar nuestra vida, de procurar un ritmo más humano y de hacer más silencio para poder ser más conscientes.

¿No tenemos tiempo, por ejemplo, de leer las etiquetas de las cosas que compramos y sí tenemos tiempo, por ejemplo, de ver la televisión? En realidad, para lo que nos importa, para lo que nos motiva, siempre acabamos encontrando tiempo.

No solo es cuestión de tiempo; es que es muy difícil estar siempre en guardia, tenerlo todo en cuenta en todo momento.

En realidad no es tanto una cuestión de falta de tiempo –práctico y mental– como de sensibilidad, de compasión. Cuando uno es sensible al sufrimiento que estamos provocando con nuestra forma de vida, sin que la vida nos regale más tiempo del que tenemos, de forma natural nos descubrimos atentos a todo esto.

¿De dónde viene este bote de champú, este paquete de azúcar, esta camiseta? ¿Quién lo ha producido y en qué condiciones? ¿A quién estoy beneficiando y a quién quiero beneficiar? Son preguntas que nos surgen no tanto por un esfuerzo mental sino por un resorte afectivo.

¿Y si yo no tengo ese «resorte afectivo», esa compasión? Puede ocurrir. Algunas personas viven de forma natural y espontánea la compasión hacia el sufrimiento ajeno. Son personas sensibles y empáticas por naturaleza (¡y qué bien que haya gente así!). Otras han ido centrando su afectividad en otros intereses. En cualquier caso, la compasión es algo que se puede y se debe cultivar con voluntad y dedicación: acercándose a los necesitados, contemplando la naturaleza, practicando una forma de silencio y meditación que nos vaya haciendo más compasivos…

Es realmente difícil encontrar alternativas a esta forma de vida y de consumo.

¡Juntos es más fácil! No se trata de que cada uno busque por su cuenta alternativas de vida y de consumo (¿quién nos ha enseñado a ser tan individualistas?). Muy probablemente, otros ya han encontrado esas alternativas que vamos buscando. Además, el resolver juntos necesidades de consumo no solo es una facilidad práctica sino normalmente también un ahorro de costes. ¡Más fácil y más barato si lo hacemos juntos!

Por otra parte, aunque no encontremos alternativas, pues a veces es realmente difícil o sencillamente imposible, el mero hecho de querer buscarlas ya es algo positivo. «No tenemos todas las soluciones, pero al menos las estamos buscando» (Rob Hopkins). ¡Que importante es empezar por hacerse preguntas! Eso nos lleva buscar respuestas. Aunque no las encontremos, vamos por buen camino.

Está muy bien lo de no tener coche, pero es que hay veces que lo necesitas.

Bueno, en esta manera de plantear la objeción ya se está distinguiendo entre «necesitar coche» y «tener coche». Si está muy bien lo de no tener coche y hay veces que se necesita, ¿por qué la solución es tener uno en propiedad? (De nuevo, ¿quién nos ha enseñado a ser tan individualistas?).

Busquemos otras soluciones: alquilarlo cuando lo necesitamos (y eso nos hará darnos cuenta de cuándo realmente lo necesitamos) o pedirlo prestado (y a la vez ofrecernos a compartir lo que nosotros tenemos o sabemos hacer). El «consumo colaborativo» es un cambio cultural y económico –de mentalidad y de práctica– desde un consumo individualista a otro basado en nuevas formas de uso compartido, intercambio o alquiler. Haciéndolo así, no solo gastamos menos dinero (vivir de esta manera no es más caro) sino que contribuimos a un consumo más sensato y sostenible.

Estoy de acuerdo en todo esto, pero cuando tenemos a nuestro cargo niños pequeños, enfermos o ancianos, lo primero es su cuidado; después ya vendrán otras preocupaciones.

¡Muy cierto! La contribución a otro mundo mejor posible no debe hacernos olvidar que somos seres vulnerables, necesitados de cuidados, ni alejarnos del deber cariñoso de cuidar de otros, sobre todo de las personas que tenemos a nuestro cargo. El cuidado de los demás, especialmente de los más débiles, cuando lo hacemos con amor y generosidad, no solo es bueno para ellos sino que nos hace a nosotros más humanos. Y sin duda todo eso es una magnífica contribución a un mundo más cariñoso y fraterno.

Parafraseando a san Pablo: «ya podemos ser las personas más ecológicas y comprometidas del mundo, que si no tenemos amor de nada nos sirve».

 (Ir a la sección Objeciones razonables)

 

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: