Mi contribución a otra economía posible

Otra economía es posible

José Eizaguirre
Intervención en el Círculo de Espiritualidad de Podemos
Madrid, 1 de octubre de 2016

 

Con el pudor que supone hablar de uno mismo, comparto en este Círculo de Espiritualidad al que he sido invitado la manera como quiero contribuir a otra economía mejor posible. Por supuesto que no hay una única respuesta; yo ofrezco la mía, que también es dinámica y cambiante en el tiempo.

 

1. Dinero

  • Lo primero de todo: mi dinero, en banca ética. Cuando uno se pregunta por qué el mundo está como está, al final acaba encontrándose con los bancos. Ellos son tremendamente responsables de las guerras, las injusticias y la degradación medioambiental. Y cuando uno se entera de estas cosas, lo menos que puede hacer es decir «con mi dinero, no». Por eso mi dinero está en banca ética: la operativa y algunos ahorros en Triodos Bank y otra parte de los ahorros en Fiare. Además, no solo soy cliente sino que para apoyar más la banca ética soy socio de Fiare y accionista de Triodos.
  • Lo segundo: renuncio a los intereses financieros (tanto Triodos como Fiare permiten esa opción). Todo este sistema económico en el que vivimos está basado en el interés del dinero. El 90 % de las operaciones financieras que se realizan en el mundo no tienen que ver con la creación de riqueza real sino con las ganancias del dinero especulativo, movido por personas que quieren que su dinero crezca por sí mismo. No en mi caso; yo quiero vivir de mi trabajo. Renunciar a los intereses financieros es dirigir un dardo al corazón del sistema económico. Tengo que decir que entre el poco dinero que tengo y lo poco que rentan los depósitos, estoy renunciando a muy poquito dinero, pero es sobretodo una cuestión ideológica y simbólica.
  • Además, pongo límite a mis ahorros. Después de ver cómo mis ahorros iban creciendo, un día me pregunté hasta dónde quería que crecieran. ¿Indefinidamente? Y la respuesta fue claramente un «no». He puesto un límite más que razonable a mis ahorros y a partir de ahí, lo que me sobra lo comparto.
  • Pero lo de compartir mi dinero es algo que ya hacía antes de dar de lo que me sobra. Tengo algunas cuotas fijas a algunas organizaciones y hago aportaciones puntuales a otras tantas, además de donativos diversos, casi siempre a través de entidades. Aproximadamente un 10 % de mis gastos es comunicación de bienes. Lo considero un gasto más, me sobre o no. Y lo cierto es que vivo muy bien; no me falta de nada…

2. Trabajo y estilo de vida

  • Tengo la suerte de tener un trabajo por cuenta ajena con una jornada adaptada a mis necesidades económicas. Es decir, trabajo lo que necesito para vivir: 18 horas a la semana, en una congregación religiosa donde, además de un ambiente laboral muy agradable, tengo ocasión de desplegar mis talentos y sentirme realizado. Es verdad que este trabajo no cubre todos mis gastos, pero también tengo otros ingresos esporádicos por charlas, cursos y publicaciones, en los que me dedico a lo que me apasiona y donde también despliego mis dones… Me siento muy afortunado en esto.
  • (Por cierto que tengo un enfado con las leyes de este país porque para la Seguridad Social yo estoy cotizando menos de seis meses al año. ¡Y yo cotizo todos los meses! Creo que en un país con tanta gente que quiere trabajar y no encuentra dónde el que alguien se contente con trabajar lo necesario para vivir debería, si no premiarse, al menos no penalizarse. Con esta manera de contabilizar el tiempo, necesitaré trabajar hasta los 90 años para poder cobrar el 100 % de la pensión. Aunque no me preocupa mucho: pienso que para entonces este sistema económico habrá colapsado. Más que en euros, yo me estoy preparando un fondo de pensiones en relaciones humanas).
  • Después de unos años viviendo solo, llevo un tiempo en que comparto vivienda con unos amigos. Vivir solo es muy cómodo, pero poco sostenible. Compartir vivienda –en mi caso, en comunidad– es una manera de optimizar recursos. Además, pensamos y vivimos de forma muy parecida, con lo que nos apoyamos mutuamente en nuestros estilos de vida.

3. Vida sobria, decrecimiento y anticonsumismo

  • Procuro consumir con justeza (además de con justicia). Aunque no me falta de nada, tampoco me sobra mucho. Mantengo la intención de simplificar mi vida, no enredarme en preocupaciones por las cosas. No tengo coche, lo cual supone un considerable ahorro de dinero y de preocupaciones. No tengo hipoteca (vivo de alquiler, lo cual da mucha libertad). No contrato seguros de ningún tipo. En nuestra casa no tenemos trastero (eso significa que no hay posibilidad de guardar trastos). No tengo tablet y uso el móvil solo para llamadas de voz y mensajes de texto. Vivo al margen de modas y marcas…
  • En casa no tenemos televisión. Esto significa, no solo cuatro horas diarias más de tiempo que la mayoría de la gente (ese es el tiempo de media que se dedica a ver televisión en España), con lo que supone de calidad de vida y de salud mental, sino algo que tiene que ver con la economía y el consumo: vemos ¡cero anuncios! Cero tiempo a ser invadidos por mensajes publicitarios televisivos.
  • Se me dirá que soy un mal ciudadano, que lo que tendría que hacer es trabajar más, ganar más y consumir más para contribuir más a la economía del país… Pero precisamente yo quiero contribuir a otra economía posible, en la que es mejor para todos –y para el medio ambiente– trabajar menos (y favorecer el reparto del trabajo), ganar menos y consumir menos.

4. Información y formación

  • No tener televisión no significa dejar de estar informado. En mi caso eso me supone buscarme una información proactiva: yo decido de qué quiero estar al tanto (por ejemplo, nada de información deportiva) y de quién quiero estar informado, de qué fuentes quiero beber, y aún así, ser también crítico con ellas.
  • En concreto, casi todos los días entro en la páginas web de algún diario de información general (sobre todo ABC y El País, alternando) para leer los titulares. A veces pincho en alguna noticia en particular. Además, recibo muchos boletines electrónicos a los que estoy suscrito, que no siempre tengo tiempo de leer, de temas y organizaciones que me interesan. De esta manera, además de saber lo que pasa en el mundo, procuro hacerme una idea de por qué pasa lo que pasa.
  • Y siempre tengo algunos libros y revistas en curso, para ir leyendo en el metro… No puedo evitar ser un gran lector.

5. Consumo consciente y transformador

  • En casa procuramos una forma de alimentación ecológica, vegetariana, de temporada y de Comercio Justo. Prácticamente todo lo que comemos es así, intentando además una procedencia lo más próxima posible de los alimentos. Esta manera de comer no solo es sana para nosotros –y más barata de lo que se piensa–, también es buena para la tierra y para los pequeños y medianos productores que están detrás. En parte con la manera de alimentarnos, nuestra sociedad ha configurado el mundo tal y como está. La buena noticia es que con nuestra manera de alimentarnos podemos configurarlo de otra manera. ¡Otra economía es posible desde nuestros platos!
  • Además de la alimentación, procuramos comprar todo lo posible de segunda mano. Cuando alquilamos el piso en que vivimos, que estaba vacío, salvo dos lámparas y una olla a presión, todo lo demás lo conseguimos de segunda mano (regalado o comprado). No solo ha supuesto menos coste de dinero; es también todo un signo: en esta sociedad es posible amueblar y equipar una casa con cosas que ya están en circulación y que otras personas tienen y no usan. Y no solo útiles de la casa, también otras cosas personales: mi ordenador y mi teléfono móvil siempre han sido de segunda (o tercera) mano; mi ropa es, hasta donde puedo, de segunda mano.
  • En cuanto a los regalos, cuando quiero hacer alguno, procuro que sea algo hecho por mí mismo, o bien artesanal, o de Comercio Justo, o en cualquier caso con sentido y finalidad en la línea de los valores que quiero vivir y promover (un buen libro, un jabón artesanal, un producto ecológico, una prenda de algodón orgánico, una artesanía de Comercio Justo…).
  • Intento vivir un ocio no consumista. Salir de paseo, correr por el parque, ir de excursión al campo, quedar con amigos… ¡Se puede ser muy feliz sin gastar apenas dinero!

6. Espiritualidad

  • Practico meditación frecuentemente. Yo llevo toda la vida rezando, pero llevo ya unos años en que mi oración es más contemplativa, más de silencio y conciencia corporal. ¿Y esto qué tiene que ver con la economía? Pues tiene que ver, porque cuando uno hace a diario la experiencia de sentarse y respirar, mantener la espalda recta y centrar la atención en la respiración y la conciencia corporal… uno se da cuenta de la maravilla que supone vivir, estar vivo, sentirse en armonía con todo y con todos… ¡Es tan alucinante! que, una vez que se tienen las necesidades básicas cubiertas –no pasar hambre ni frío, no tener miedo…– uno se da cuenta de que no necesita nada más. Y uno vive agradecido y maravillado… Y puede poner la atención en lo verdaderamente importante y no en las cosas… Y esto también es contribuir a otra economía posible.

7. Cercanía a los necesitados

  • Yo vivo muy bien. No me falta nada. Me siento muy bendecido en todo. Pero sé que hay muchas personas que no son tan afortunadas. Y un día a la semana me acerco a algunas de ellas a través de un voluntariado. Hay muchas maneras de hacerlo. En mi caso, con miembros de la Comunidad de San Egidio y otros voluntarios salimos los miércoles por la noche a repartir cenas a amigos de la calle por el centro de Madrid. En realidad, más que repartir comida lo que hacemos es repartir conversación, amistad y cariño. A nuestros amigos les viene bien un encuentro así, aunque sea una vez a la semana. Pero sobre todo, a mí me viene muy bien. Me ayuda a no olvidarme de los que están peor que yo –algunos, mucho peor–, a tratar de cerca a los que sufren las consecuencias de la crisis, a tenerlos en cuenta en otros momentos de la semana, a pensar sobre todo en ellos cuando pretendo otra economía mejor posible…

8. Participación ciudadana y política

  • Sé que la economía no solo se construye con los comportamientos personales, siendo estos muy importantes; también es necesario llegar al nivel institucional, el de las leyes y los Gobiernos. Por eso procuro acudir a manifestaciones y otros cauces de participación ciudadana para expresar mi postura ante la repercusiones de un sistema económico que es muy injusto.
  • Finalmente, oriento mi voto político según estos criterios. Si algún partido habla de «recuperar la senda del crecimiento económico» o de «incentivar el consumo para reactivar la economía», ¡a ése no le voto! Porque para mí lo importante no es eso; es más, creo, junto con otros, que ése camino es errado. Esta economía nos está llevando a la inequidad social y a la degradación medioambiental. Otra economía tiene que ser posible… porque es necesaria.

¡Cuántos ámbitos tienen que ver con la economía! Repasando todo lo anterior puede parecer que mi comportamiento es excesivo o incluso heroico. ¡Nada de eso! Salvo en lo que respecta al trabajo remunerado, donde reconozco lo afortunado que soy, pienso que todo lo demás está al alcance de cualquiera. No son cosas difíciles ni para héroes. Y la satisfacción de saber que con nuestra forma de vivir estamos contribuyendo a otra economía y otro mundo mejor posible es impagable. Quien lo prueba lo comprueba.

  1. Gracias por cuanto habéis compartido. Somos alimento los unos para los otros. Me uno a vuestros pasos. Sin olvidar que la «felicidad» no es on objetivo sino una consecuencia del salir de si mismo hacia los demas(Viktor E. Frankl)

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