El grupo de Biotropía de Madrid hemos dedicado este mes a evaluar nuestra manera de comer, compartiendo qué comemos, cuándo comemos y cómo comemos, empezando por cómo nos sentimos respecto a esta dimensión de nuestra vida.
En general reconocemos que en nuestras casas nos resulta fácil mantener un ritmo de comidas y alimentarnos como hemos decidido y queremos. «Como con bastante regularidad, un plato fuerte cada día, cuidando los horarios y comiendo con calma. Voy integrando estos hábitos en mi vida sin mucho esfuerzo. Por ejemplo, antes no podía acostarme sin tomar un yogur; ahora lo he dejado y constato que no pasa nada. Y he dejado de comprar alimentos preparados y envasados».
Hay quien reconoce la relación entre su dieta y experiencias sociales: «Empecé a plantearme cómo comía cuando volví de mis primeras experiencias de voluntariado internacional. Quería, a la vuelta, mantener una forma de vida coherente con lo que había vivido allí, teniendo en cuenta a la gente que había conocido». Sin duda es una motivación que ayuda.
Cambiar de dieta no es fácil, pero no hace falta hacerlo de la noche a la mañana. Si nos lo proponemos y vamos dando pasos, con el tiempo es posible y gratificante. «Yo ya no como en casa carne ni pescado. Y cuando salgo, intento no comer, pero soy flexible y acepto lo que me ofrecen, pues entiendo que acoger lo que otros me ofrecen también es un valor».
Con todo, experimentamos la dificultad de mantener nuestros hábitos fuera de casa. Algunos comen habitualmente fuera por motivos laborales, o llegan tarde a casa y cuesta ponerse a cocinar… También es difícil mantener los principios cuando salimos a comer o a tomar algo con amigos. Algunas veces pueden acceder a ir a un sitio vegetariano o ecológico, pero simplemente por probar y no suelen querer repetir. Esto es especialmente difícil para quien se propone eliminar de la dieta, por ejemplo, el gluten o los lácteos. «A veces me supone ansiedad y no lo llevo bien».
Compartimos algunas estrategias que nos ayudan. Por ejemplo, cocinar en grandes cantidades y congelar o embotar (por ejemplo, legumbres). «No hace falta sumergir los botes en agua hirviendo; en casa embotamos los alimentos en caliente, llenándolos casi hasta el borde, y al enfriar se hace el vacío». En esto todos nos decantamos por botes y tarteras de cristal en lugar de plástico. Comprar tarteras de vidrio de calidad es una buena inversión.
También es importante planificar las comidas. Ayuda el hacerse un menú o simplemente el pensar con un día de antelación qué vamos a comer al día siguiente. La escena de llegar a casa, abrir el congelador y decidir qué plato de cocina rápida vamos a freir o descongelar es algo ya desterrado entre nosotros.
Algunas piezas de menaje de cocina también ayudan, como unos «woks» en los que se pueden cocinar hasta tres platos diferentes a la vez. Respecto a las sartenes, no todas son igualmente buenas. Las de hierro no tienen revestimiento y aunque son pesadas duran toda la vida (procurando que no se oxiden, por lo que hay que secarlas después de cada lavado). Hay quien ha empezado a cocinar en sartenes de piedra y le va bien. Las peores son las que tienen revestimiento, pues con el uso y los fregados acaba desprendiéndose (y los materiales que se usan para adherir el teflón al metal de la sartén pueden ser tóxicos).
En general solemos comprar los alimentos en crudo y cocinar en casa. Algunos han aprendido a hacer yogures en casa, con lo que ya no generan tantos residuos plásticos. Otros también hacen pan, lo cual permite añadir los ingredientes que más gustan (semillas, pasas…), además de obtener panes de más calidad nutricional, sobre todo si se fermentan con masa madre.
También intercambiamos experiencias y criterios respecto a la dieta vegana. Hay quien está intentando introducirse y mantenerse en ella, reconociendo que se puede estar con salud prescindiendo de alimentos de origen animal (aunque hay que tener cuidado con la vitamina B12).
En cualquier caso, las dietas dependen mucho de cada persona. Algunos han tenido que dejar la dieta vegana por carencias nutritivas o por tomar demasiados carbohidratos (pan, legumbres…).
En la dieta vegetariana y vegana es importante el criterio del trato que reciben los animales (de esto hablaremos en la próxima reunión). Si estos no son explotados y reciben un buen trato, hay quien no ve problema en alimentarse de lo que producen (leche, huevos, miel) sin necesidad de matarlos (pero somos conscientes de que éste es un tema que da para mucho más de lo que podemos abordar aquí).
En resumen, todo debe ser equilibrado: nuestra propia salud, la salud de la tierra, el trato dado a los animales, la minimización de residuos. En esto, como en todo, puede ser buena una cierta flexibilidad reconociendo que todos los valores son valiosos.
En el próximo mes seguiremos compartiendo cómo nos alimentamos, pero ahora mirando más en las repercusiones -hacia otras personas, el medio ambiente y los animales- de nuestra forma de alimentarnos. «Lo que hagamos hoy con nuestra alimentación prefigura el mundo de mañana» (Patricia Aguirre).
¡Gracias por el apoyo mutuo que nos está suponiendo!
Imagen: lukasbieri – Pixabay