Tiene un algo que contagia entusiasmo. Antonio habla sin perder la sonrisa en ningún momento. «He venido a reclutaros», dice con toda honradez. Y ciertamente que recluta nuestra atención desde el primer momento.
La reunión del grupo de apoyo mutuo de Madrid de ayer, 14 de febrero, es un coloquio abierto con Antonio Sieira, fundador y presidente del partido Por Un Mundo Más Justo. Tras una breve presentación, Antonio nos habla de la gestación de su iniciativa: «Yo vengo de una familia normal de clase media, en la que desde joven fui cultivando inquietudes solidarias. Pero no sabía por dónde encauzarlas. El mundo de las ONGs no era lo mío». Él y su mujer viajaron a Guatemala, donde compartieron la vida de los pobres de ese país, pero Antonio constató de que ahí tampoco estaba su sitio. «De vuelta en España, una noche tuve un sueño… y de ahí surgió la idea de fundar un partido político que tuviera como principal punto de su programa terminar con la pobreza, porque el fin de la pobreza es una decisión política».
Con esta determinación en la primavera de 2004 un recién nacido Partido Por Un Mundo Más Justo se presentaba a las elecciones europeas. «¡Obtuvimos 9.900 votos y eso que no nos conocía nadie!», cuenta entusiasmado. A partir de ahí los afiliados y simpatizantes han ido creciendo, presentándose a todas las elecciones europeas, generales, autonómicas y municipales que han podido. Hasta ahora no han obtenido ningún representante electo, pero no por ello se desanima. «Nuestro objetivo no es gobernar sino participar, siquiera con un parlamentario, en los órganos de decisión para utilizar esa pequeña cuota de poder en influir en políticas que favorezcan a los pobres». Pero más allá de ese objetivo final, «me compensa mucho más lo que todo esto me está transformando personalmente, así como la interacción con las personas del partido», dice al hablar de los 250 afiliados, de los que «en realidad, militantes habrá unos setenta». Sorprende hasta dónde están llegando siendo proporcionalmente tan pocos, lo cual se explica por una dedicación intensa y generosa. «No es fácil compaginar el ámbito familiar, el laboral y éste del partido», reconoce. «Para mí sería imposible sin el apoyo de María, mi mujer, que incluso en los momentos más bajos me ha animado a seguir adelante».
Es una cuestión de prioridades, reconoce. «Según las encuestas, para los españoles las tres grandes prioridades son la economía, el paro y la corrupción política. Sin embargo, si le preguntamos al mundo –donde hay 3.000 millones de personas que malviven con menos de 2 euros al día– cuáles son sus prioridades, seguramente la respuesta sería: la pobreza, la pobreza y la pobreza.»
En el coloquio surgen cuestiones más prácticas. ¿Qué responder a quienes argumentan que votar a un partido que no tiene representación parlamentaria es «tirar el voto» o «dar el voto al partido mayoritario»? Antonio lo tiene muy claro: «Para nada es un voto inútil. En primer lugar, sirve para ser coherente con tu propia conciencia, con lo que te motiva a ti a votar. En las últimas elecciones generales, el partido obtuvo 7.000 votos en Madrid. Esos votos no van a la basura. Tampoco van a los partidos más votados; al contrario, son votos que dejan de ir a esos partidos y hay gente que esto le cuestiona.» Los comentarios de los presentes lo corroboran: ¿de qué sirve que uno deje de comprar en determinados establecimientos o de determinadas marcas, que cambie de banco o de compañía eléctrica, que renuncie a ciertos productos o medios de transporte… si los demás no lo hacen, si eso no cambia el conjunto de la sociedad? Sirve, en primer lugar, para cambiar nosotros. Y además, creemos que contribuye, al menos un poquito, a que la sociedad vaya abriéndose a otras posibilidades.
«La crisis que atravesamos es una oportunidad de abrirse a estas nuevas posibilidades –continúa Antonio–, a un cambio radical en nuestra manera de pensar y en nuestro estilo de vida. Por ejemplo, pensamos que la economía de mercado es la única posible, pero, como otros modelos históricos, terminará dejando paso a nuevas maneras de organizar la sociedad. Y tal vez eso suceda antes de lo que pensamos. Si hubiera un Gobierno que lo favoreciera, que se atreviera, sería posible. Es verdad que los Gobiernos actúan muchas veces al dictado de los poderes económicos, pero todavía tienen margen de maniobra.» Y alude a la Ley que prohíbe fumar en espacios públicos, que en poco tiempo ha cambiado la actitud de la población ante el tabaco. «¡Si hubiera un Gobierno que se atreviera! Si hubiera un Gobierno que, por ejemplo, favoreciera que las personas que tienen empleo trabajaran un 30 % menos para que ese 30 % de población desempleada tuviera acceso a un trabajo. Los primeros ganarían menos dinero y, por tanto, consumirían menos (aunque ganarían en tiempo libre y en calidad de vida), pero los segundos tendrían entonces acceso al consumo y, en conjunto, la sociedad sería más feliz», añade criticando que se mida el bienestar del país principalmente por el crecimiento del PIB.
En resumen, un coloquio muy edificante, no tanto por la presentación en sí del partido y de su programa político –no era ése el objetivo–, sino por el testimonio de su fundador, a quien agradecemos la constancia y determinación en perseguir este sueño, un sueño que, estamos seguros, tiene aún mucho recorrido por delante. ¡Gracias, Antonio!
J. E.