El pasado viernes, 22 de noviembre, ha tenido lugar esta charla-coloquio que ha convocado en los locales de la parroquia de Guadalupe de Madrid a una veintena de madres y padres preocupados por la educación de los hijos en actitudes no consumistas.
Tras una primera presentación de los asistentes y del grupo de Biotropía, Ana (tres hijos de 5, 8 y 10 años), transmitió algunas claves y ejemplos respecto a cuestiones como los regalos, la televisión o la fiestas de cumpleaños. «Nuestro propio ejemplo como padres es fundamental, sobre todo cuando estamos educando en valores que no son los normales en la sociedad». Reconoce que sus hijos aún están en la edad de ver en sus padres unos modelos indiscutibles, aunque son conscientes de que tienen que hacer frente a peligros tanto externos -el ambiente cercano y cultural- como internos -los propios prejuicios y esquemas adquiridos-. «¿Qué hacer con los niños en un piso pequeño en Madrid? Sacarlos al parque para que jueguen, y que jueguen ellos mismos. Los niños necesitan desarrollar un juego libre, no dirigido. Cuando los dejas solos, desarrollan la creatividad». En casa hay televisión pero apenas se ve. El argumento es que la televisión no es mala, pero no hay tiempo para todo y es mucho mejor dedicarlo a leer, jugar, ir al parque… El resultado es que los niños son grandes lectores. En los cumpleaños, los regalos preferidos son libros.
Javier (cuatro hijos de 8, 10, 14 y 16 años) se centró a continuación en las edades adolescentes, compartiendo su reflexión sobre «el consumismo de esas otras cosas que no se compran con dinero, como las relaciones a distancia a través de los aparatos electrónicos». Como Ana, reconoce la suerte de que los dos cónyuges comparten una misma línea de pensamiento respecto a estos temas y que eso es de gran ayuda. «No somos psicopedagogos; tan solo padres y madres con inquietudes que intentamos vivir en nuestra vida familiar». Reconoce que en muchos adolescentes es determinante la necesidad de no sentirse distintos de sus compañeros, «aunque no siempre es así», refiriéndose a uno de sus hijos, el único de su clase que, teniendo teléfono móvil, no lo usa.
Claudia (una hija de 11 años) corroboró la importancia del ejemplo de los padres «desde el primer día de su vida» y de educar en la libertad, fuera de los mecanismos de premio-castigo y ayudando a su hija a tomar sus propias decisiones de forma consciente. «Las primeras semanas que tuvo el iPad se las pasó centrada en su nuevo aparato sin que yo la llamara la atención por ello. Hasta que se dió cuenta de que estaba descuidando otras tareas y ella misma se autodisciplinó en su uso y se marcó unos horarios». Destaca que intenta transmitir a su hija que el móvil no está mal, «lo que está mal es que el móvil te impida hacer otras cosas como leer, jugar, tocar el piano, relacionarse de otra manera…». Coincide también en la dificultad que experimentan los niños cuando sienten que su familia es «rara» respecto a las de sus amigos. «Yo entonces dialogo con ella y le hago ver que somos diferentes. Nunca la he comparado con sus amigas, pues no me parece un buen criterio educativo». Lo mejor fue cuando tuvo que responder a la pregunta desafiante de su hija: «A ver, Mamá, ¿tú a qué edad tuviste tu primer móvil?»
El coloquio posterior mostró inquietudes y criterios parecidos en muchos de los presentes. Es bueno darse cuenta de que no estamos tan solos y que otras madres y padres también lidian con las mismas situaciones. A veces, cuando los niños argumentan que «soy el único de mis amigos que…», los padres pueden contrastar opiniones y ponerse de acuerdo en criterios. Varios de los presentes compartieron sus dificultades con los entornos sociales y familiares. «Cuando decimos que en casa los niños no ven televisión o no que no queremos regalos en sus fiestas, la reacción habitual es decir «¡pobrecitos! ¿Cómo les dejáis sin eso?» Y, sin embargo, vemos que los niños lo asumen con normalidad; son nuestros prejuicios los que están juzgando. Y con el tiempo, cuando se van viendo los resultados de mantenerse constantes en estos criterios, ya no nos lo dicen tanto. Pero hay que insistir y no cejar». Los presentes valoraron mucho el descubrir en Ana, Claudia y Javier a personas normales, flexibles, sensatas, corroborando, una vez más, la importancia del propio ejemplo en la educación de los hijos.
En resumen, un coloquio valioso, que anima a seguir constantes en la vivencia y transmisión de otras formas de vida posibles para un mundo mejor. ¡Gracias a todos!