Cultivo de la interioridad. Silencio.
Asegurar tiempos diarios, semanales, mensuales, anuales… de silencio e interioridad. Practicar la meditación y la oración. Evitar añadir más ruido al ruido ambiental. Leer y meditar las Escrituras Sagradas y textos de maestros espirituales. Participar en grupos de oración, celebración y formación espiritual. Buscar ocasiones de soledad…
Éste es el primero de los ámbitos más necesarios para contribuir a otro mundo mejor posible con nuestra manera de vivir. Sin silencio, sin interioridad, sin hondura, sin cambio personal, no es posible la justicia global.
Hablamos de «espiritualidad» en un sentido amplio, no vinculado a ninguna religión. Para unos, se tratará del cultivo de su dimensión profunda, de la armonía interior, «la experiencia de sentir que formas parte de algo que conecta a todo y a todos, que te hace ver a todos los seres humanos como hermanos y al planeta como casa común que tenemos que cuidar» (Cristóbal Cervantes). Una definición que incluye “el arte de vivir” (espiritualidad) y “el arte de convivir” (política).
Para otros la espiritualidad es el cultivo de la dimensión transcendente de la persona, que nos pone en relación con Alguien distinto de nosotros, «más alto que lo más alto», a quien también reconocemos «más íntimo que lo más intimo», en lo hondo de nuestro ser. Una relación que nos mueve a preocuparnos de las demás personas, sobre todo de los más desfavorecidos.
Para muchos esta dimensión transcendente se canaliza y concreta a través de una religión. Unos y otros tenemos mucho en común. Cristianos, con todas las Iglesias particulares, musulmanes, judíos, budistas, hinduístas… herederos de grandes y logradas tradiciones religiosas.
Otras religiones, como la comunidad Bahaí, son más recientes. Existen también asociaciones espirituales, como Brahma Kumaris. Y movimientos que procuran el desarrollo espiritual de sus miembros mediante prácticas de meditación, interiorización y armonía interior. Y foros y encuentros de diálogo y mutuo enriquecimiento entre las comunidades espirituales y religiosas, respondiendo a la llamada de crear un mundo nuevo basado en el cooperar y el compartir, también a nivel espiritual.
A todos nos une el anhelo por vivir en armonía con nosotros mismos, con todos, con la creación y con el creador (le llamemos como le llamemos). ¡Y cuántos somos! ¡Cuántas personas haciendo realidad estilos de vida en conversión para otro mundo mejor posible!