2. Compasión

Sensibilidad al sufrimiento ajeno y a los problemas del mundo. Cercanía a los necesitados.

Elegir vivir en lugares cercanos a quienes padecen necesidades y asumir dicho lugar si ya vivo en ellos. Si no es así, buscar ocasiones –diarias, semanales, anuales– de acercarme a los necesitados para conocer mejor y dejarme afectar por su situación y ayudar en lo que pueda. Pensar desde las víctimas y los excluidos…

He aquí, junto con el anterior, otro ámbito primordial que es preciso cultivar para contribuir a otro mundo mejor posible y a que todos tengan una vida plena. Sensibilidad, empatía, compasión, cercanía, dejarnos afectar por el dolor de los demás… son condiciones de una vida auténticamente humana.

La Biblia -especialmente apreciada por judíos y cristianos, pero en realidad patrimonio espiritual de toda la humanidad- presenta en sus primeras páginas dos preguntas clave: «Adán, ¿dónde estás?» (interioridad). Y: «Caín, ¿dónde está tu hermano?» (sensibilidad). El cultivo de la interioridad, si es auténtico, nos lleva al cultivo de la empatía hacia el otro, especialmente si sufre injusticia.

La experiencia de sentir que uno forma parte de algo que le conecta a todo y a todos, le hace ver a todos los seres humanos como hermanos. El «arte de vivir” nos lleva al «arte de convivir” (Cristóbal Cervantes).

¡Y cuánta buena gente intenta vivir así! Seguro que todos conocemos a personas que han elegido vivir cerca de los necesitados o que han incluido en sus vidas tiempo y ocasiones de acercamiento. Personas que se dedican enteramente a los más pobres. Personas que, a la hora de razonar, tienen siempre en cuenta a las víctimas y excluidos…

¡Cuánta buena gente poniendo en práctica maneras de vivir sensibles a los problemas de mundo y de las personas!

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