5. Sencillez

Sobriedad y autocontención. Cultura de lo suficiente. Decrecimiento.

Contentarme con lo necesario. Medir mi propio consumo. Consumir lo justo. Evitar lo superfluo. Desprenderme de lo que no uso. Ahorrar agua y energía. Evitar hacer y recibir regalos meramente consumistas. No hacer viajes innecesarios…

Posiblemente este ámbito podía haberse repartido entre el anterior (una vida sana conlleva una cierta frugalidad) y el siguiente (no hablamos solo de un consumo cualitativamente diferente sino de reducirlo cuantitativamente). Pero nos parece que en la situación que vivimos el tema merece un apartado propio.

Empezamos hablando de decrecimiento, una palabra que no gusta en las esferas políticas y económicas. Al contrario, nuestros gobernantes no dejan de hablar de crecimiento, de la tragedia que supone que no crezcamos económicamente y de lo deseable que el crecimiento material sea el máximo posible… Sin embargo, hay otra manera de ver las cosas: «cuando un río se desborda todos deseamos que decrezca y cese la crecida, que las aguas vuelvan a su cauce. Lo mismo ocurre con la insostenibilidad de la situación actual. Decrecer no es, entonces, algo negativo, sino algo necesario», nos dice la mentalidad decrecentista. No se trata de dejar de consumir sino de consumir menos y con más sensatez, lejos de la insensatez de un consumo exagerado que nos ha llevado a una situación insostenible, empezando por la situación medioambiental.

El decrecimiento es una corriente de pensamiento que se va extendiendo cada vez más, es preciso reconocer algunos nombres propios, como Ivan Illich o Serge Latouche, uno de los actuales «gurús» del decrecimiento, que tiene varios y buenos libros traducidos al castellano. En España uno de los pensadores más relevantes es Carlos Taibo, cuyas publicaciones y conferencias son recomendables.

A partir de los postulados y propuestas decrecentistas, en España están surgiendo grupos de personas que los asumen e intentan ayudarse mutuamente a ponerlos en práctica. Con el tiempo, estos grupos se van conociendo, conectando, «en-redando» y organizando encuentros locales o nacionales.

Al igual que el movimiento Slow, el decrecimiento ha adoptado el símbolo del caracol, no tanto con un significado de lentitud sino por una enseñanza recibida de la biología. Los animales con concha en espiral hacen crecer ésta mediante la adición de nuevas capas de material calizo, de modo que cada nueva capa es mayor que la anterior (en una proporción asombrosamente matemática). En un momento dado, el caparazón deja de crecer, pues si añadiera una sola capa más de material, la concha se haría tan grande que mataría al animal. La naturaleza es sabia y sabe hasta dónde es necesario crecer y cuándo es preciso dejar de hacerlo para no matar la vida.

¿Acaso las personas no tenemos la misma experiencia? Desde el momento del nacimiento, el cuerpo humano no para de crecer… hasta el final de la adolescencia y principio de la juventud en que si siguiéramos creciendo moriríamos aplastados por nuestro propio cuerpo. Las personas entonces seguimos creciendo en el resto de dimensiones humanas: intelectual, cultural, artístico, relacional, solidario, moral, espiritual… pero no en lo físico-material.

El movimiento Transición es otra de las corrientes de pensamiento-acción que se está extendiendo desde que surgiera en el pueblo británico de Totnes, de la mano de Rod Hopkings. El argumento brota de la constatación de que los combustibles fósiles son finitos. No sabemos exactamente cuántas reservan quedan por descubrir y explotar, pero nadie discute la evidencia de que, sean las que sean, si seguimos explotándolas, algún día se agotarán. De hecho se habla del «pico del petróleo», como del año en que se extraiga menos petróleo que el año anterior y a partir de ahí, cada vez menos (el petróleo convencional -más accesible y barato- llegó a su pico en 2006). Se impone por tanto «transicionar» del momento en que estamos, fuertemente dependientes de los combustibles fósiles, a una nueva situación en que aprendamos a vivir sin depender de ellos.

Y como sucede con el movimiento Slow y el movimiento Decrecentista, van surgiendo por todas partes grupos de personas que, bajo el paraguas de la Transición, buscan apoyarse mutuamente en esta «transición» de nuestros modos de vida. Albacete, Alhama, Aldea de San Miguel, Alto Tiétar, Argelaguer, Barcelona, Coín, Fuengirola-Mijas, Logroño, La Palma, Palma de Mallorca, Portillo, Quijorna, Segovia, Valladolid, Vilanova i la Geltrù, Vitoria-Gasteiz, Zarzalejo… son algunas de las poblaciones donde existen estos grupos que, también, van conociéndose, contactando, enredándose y organizando encuentros.

¡Qué demasiao! ¡Cuánta buena gente buscando y poniendo en práctica estilos de vida en conversión en este ámbito de la vida sencilla y sobria!

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